Ojos Imperiales en El Mercurio
>> lunes, 26 de julio de 2010
Libros de viajes e ideología imperial:
Bajo la mirada de Occidente
Aparece por FCE la traducción del influyente y debatido libro Ojos imperiales de Mary Louise Pratt, donde estudia cómo los libros de viajes producen y son producidos por las ideologías e instituciones de su época, convirtiéndose en instrumentos de colonización de la imaginación.
Por Patricio Tapia
En los primeros años de la década de los setenta, pero del siglo XVIII -cuando Bouganville ya ha relatado su viaje al Pacífico y el capitán Cook está cruzando el círculo polar antártico-, Diderot, el menos viajero de los fiósofos de la Ilustración y una de las grandes figuras del movimiento, escribe un apasionado ataque a la exploración y en boca de un anciano lanza una violenta diatriba contra la colonización europea, denunciando tanto el despojo de riquezas, la aniquilación de las culturas indígenas y la esclavitud como que los exploradores no están movidos por nobles sentimientos sino por los más bajos.
Ojos imperiales
Si fue profético o no (la evidencia indica que más bien lo fue) en los desastres colonizadores y si fue certero o no en caracterizar sus motivaciones, lo cierto es que Diderot no reparó en que si los exploradores estaban motivados por el interés propio, sus viajes, sin embargo, tuvieron otras implicaciones. Una de ellas es la que estudia Mary Louise Pratt en Ojos imperiales: cómo los libros de viajes a la vez producen y son producidos por las ideologías e instituciones de su época. Escritos bajo el influjo de la historia natural y del romanticismo, en un momento de expansión económica y política por países no hispanos, principalmente Inglaterra, se habrían constituido, según Pratt, en un instrumento de colonización verbal y de la imaginación. El libro de Pratt ha sido muy influyente y debatido, presentando una serie de conceptos ("zonas de contacto", "anti-conquista", "autoetnografía") que han sido adoptados y desarrollados por otras disciplinas, desde la antropología a los estudios literarios.
En Ojos imperiales, Pratt decidió estudiar los relatos de viaje hacia 1750 en adelante y no los primeros contactos de europeos con África y Sudamérica. En realidad, empieza en 1735 con la publicación de El sistema de la naturaleza de Linneo y la Expedición La Condamine para analizar, en la primera parte, cómo la descripción científica, sea naturalista, etnográfica o geográfica, es sólo aparentemente desideologizada, pues se "naturaliza" la superioridad europea. Luego de esa objetividad hay un período de relatos personales, de aventuras, "sentimentales" (el ejemplo paradigmático sería Mungo Park). Pratt critica las actitudes y prejuicios de los viajeros europeos (su romanticismo, sus pretensiones taxonómicas o de superioridad) y la relación entre colonizadores y colonizados: si éstos no sólo enseñan a aquéllos a sobrevivir en la selva o el desierto, los transportan, curan y alimentan, no deberían ser definidos como ignorantes, salvajes y haraganes.
En la segunda parte Pratt estudia la "reinvención de América", que tiene como origen los viajes de Alexander von Humboldt, quien, dotado de riqueza independiente, pasó junto a su amigo Bonpland cinco años (1799-1805) en territorios hispanoamericanos, presentando una naturaleza grandiosa y una visión arqueológica de América. En el surgimiento de las repúblicas latinoamericanas, los intelectuales criollos buscan en los autores europeos, especialmente Humboldt, obtener una visión de sus países no mediada por sus antiguos gobernantes coloniales.
La tercera parte, que incorpora un capítulo nuevo, analiza la manera en que prosigue una "estilística imperial" hasta la segunda mitad del siglo XX: desde los exploradores del Nilo (Burton, Speke, Grant) y del Congo (Du Chaillu) hasta los viajes al Tercer Mundo de Moravia, Theroux o Joan Didion, más ciertos escritores latinoamericanes en el espacio "neocolonial" (de Horacio Quiroga a Ricardo Piglia, pasando por Gabriela Mistral, Carpentier, Arguedas, entre otros) y, alcanzando al año 2007, el viaje inverso: los antiguos colonizados que viajan a la metrópoli buscando una mejor vida.
Un punto importante es la consideración genérica a lo largo del libro: desde Anna Maria Falconbridge, pasando por las "exploratrices sociales" -mientras los hombre escriben sobre recursos naturales o como elevar América de su pasado atávico, ellas tienen preocupaciones políticas- hasta Mary Kingsley que se interna en los pantanos de África. Destaca, sobre todo, a Flora Tristán y Maria Graham (cuyo diario de su estadía en Chile tuvo una edición reciente a cargo de Neville Blanc).
Saber es poder
En abril de 1778, más o menos en la época de la crítica de Diderot y del período que estudia Pratt, en una de las conversaciones entre Boswell y el doctor Johnson, éste último afirma: "Como dice el proverbio español, 'quien quiera llevarse la riqueza de las Indias, la riqueza de las Indias ha de llevar consigo'. Así sucede al viajar: el hombre ha de llevar consigo el saber si aspira a volver de saber cargado". Boswell entonces apunta que el refrán, supone, se refiere a que el hombre que viaja debe ir bien provisto para comerciar. Probablemente Pratt esté de acuerdo con Boswell al haber estudiado y en parte desmantelado el hecho de que un cierto cuerpo de conocimientos y de libros puede implicar un ejercicio de poder.
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