Lee un extracto: Confieso que he bebido, de Jorge Teillier
>> martes, 29 de noviembre de 2011
Lee un extracto
Confieso que he bebido
y otras crónicas del buen comer
Jorge Teillier
Confieso que he bebido
y otras crónicas del buen comer
Jorge Teillier
(Noviembre 14 de 1980)
"Confieso que me duele la desaparición de los bares tradicionales de mi 'lugar metafísico' que es el centro de Santiago, que prefiero a los barrios modernos, así como prefiero las casas con tres patios a las torres y los caracoles. Bares que no son 'tumbas que parecéis fuentes de soda', como escribe Nicanor Parra, sino lugares llenos de humo y ruidos como grandes navíos, largos mesones, mesas de madera, viejos parroquianos que se conocieron allí desde la adolescencia, y adonde llegan raras veces mujeres y casi nunca niños. Lugares como eran el Roxy y El Comercial, situado precisamente al lado de este diario, y cuyo edificio fue puesto recientemente a remate. O el Monterrey de la galería Antonio Varas, ocupado ahora por una oficina del Banco del Estado. Curiosamente, los viejos bares desaparecen junto con las librerías de viejo.
La increíble Unión Chica
Pero quedan algunos sobrevivientes, como el bar Unión, situado en la londinense calle (ahora paseo) Nueva York, frente a la Bolsa de Comercio, en lo que Dickens llamaba 'la City'. En el bar Unión, más conocido como la Unión Chica por sus parroquianos, vi tomar su apreitivo, gallardamente de pie junto a la vara, a nuestro octogenario Premio Nacional de Literatura Sady Zañartu, bebedor de pie, como lo era Juan Emar. Y ya que se trata de confesiones, diré que miré con cierta envidia a don Sady, pues creo que jamás llegaré a los ochenta años ni obtendré, por lo tanto, el premio Nacional, deseo secreto de todos los escritores chilenos menos de Braulio Arenas.
Los alcohólicos de El Triángulo de las Bermudas
En la Unión Chica, cuyos feligreses son en gran parte empleados públicos y eternos jugadores de dominó, suelen formarse tertulias literarias a eso del mediodía. Claro que a veces se cae en el 'Triángulo de las Bermudas' báquico y la reunión se prolonga en términos que descalificaría un bebedor moderado habitual. Pero esas son raras ocasiones, en verdad. Y la verdad es, también, que la Unión Chica es uno de los pocos lugares donde suelen reunirse escritores, costumbre que se ha ido perdiendo con el tiempo. Pero ese es un tema para sociólogos.
Donde poetas y profetas se reúnen
En la Unión Chica conocí por casualidad al novelista norteamericano Richard Cunningham, que estaba pidiendo un trago ya extinguido en el centro: el 'jote' (vino tinto con Coca-Cola, mezcla repudiable, por cierto). Y allí suelo ver con alguna frecuencia a Eduardo Molina Ventura, que en el verano llega de 'panamá', así como Jonás llegaba de calañés o incásico 'chuyo'. Y al Imbunche Rolando Cárdenas; a Hernán Cañas (gran jugador de dominó); a Roberto Araya (autor de El sorolimido, obra de ciencia-ficción); o Enrique Valdés (también cellista de la Sinfónica); a Carlos Olivárez (que ahora bebe exclusivamente y por propia voluntad agua mineral); a Juan Cameron, que es el poeta chileno más parecido físicamente a Dylan Thomas; a Augusto Morales, que es un ex imspector de Sanidad y uno de los pocos lectores de poesía que va quedando, gran admirador de un poeta simbolista belga ya olvidado hasta en su país, Max Elskamp. Cabe hacer notar que es bien recibida Stella Díaz Varín, la cual -quién sabe por qué misteriosas razones- nunca es poseída en este local por Belona, diosa de la guerra.
La Unión Chica fue fundada hace cerca de medio siglo y su actual dueño, Wenceslao Álvarez, mantiene la tradición hispana de su padre, fundador del lugar. Por supuesto no sólo se bebe, sino se come en abundncia y los platos fuertes de la casa son los callos a la madrileña y el puchero a la española, excelentes según los conocedores. Y tras el mesón están el José Luis, joven director de un grupo teatral en la iglesia de su barrio, y Juanito, tal vez el más antiguo de los barmen santiaguinos.
Y termino esta crónica para dirigirme a la 'morada irreal', como dicen los budistas zen, o sea, un lugar donde uno se sitúa en otro tiempo y en otro espacio, en este caso un viejo bar."
0 comentarios:
Publicar un comentario