Ganadores II Concurso de Microcuentos de Amor
>> martes, 1 de marzo de 2011
1º lugar
Título: Tabú II
Seudónimo: Juancho
Autor: Pedro Guillermo Jara
Tabú II
A la larga, en suma, en resumen: después de 60 años de matrimonio he descubierto que estoy casado con mi suegra y mi suegra, ella, la compañera de toda mi vida, ha estado casada con mi padre, yo.
2ºlugar
Título: Idilio y otras afanes
Seudónimo: Ameinias
Autor: Alejandro Godoy
2ºlugar
Título: Idilio y otras afanes
Seudónimo: Ameinias
Autor: Alejandro Godoy
Idilio y otros afanes
Los callejones están sigilosos y vacíos, únicamente les atraviesan las nubes de los árboles. No se escucha ni el aleteo de las aves ni el ruido de los altavoces, solamente el motor de un automóvil borroso que apenas se divisa. Las habitaciones, las escalinatas, los muebles de la casa están vacíos. En la cocina una charca que de a poco se desvanece, envuelve la nevera. Atesorada en el hielo no hay más que un plato de guisantes y semillas. Extendí mi brazo, saqué un puñado de guisantyes congelados, cerré la portilla de la nevera, me cubrí el rostro con las manos, y lloré.
3º lugar
Título: Una vida en el parque
Seudónimo: Segismundo Malatesta
Autor: Leonardo Robles Belmar
3º lugar
Título: Una vida en el parque
Seudónimo: Segismundo Malatesta
Autor: Leonardo Robles Belmar
Una vida en el parque
Llevo en mi morral el suficiente pan como para un ejército de palomas, por lo que decido correr por el parque gritando ¡Palomas, acepten mi pan! ¡Código pan! ¡No incurran en la crueldad inútil de rechazarme! Las aves poco a poco se comienzan a acercar, pero nunca tanto, siempre esquivas, prontas a volar al primer movimiento cazador de mis manos.
Agoto cientos de panes formando un único camino de migajas que las lleve directo hasta mí, partiendo en una esquina del parque y terminando en otra. La mayoría come un poco y se va, otras se extravían en el camino. Hasta que una de cientos llega hasta el final. Trato de explicarle la alegría, que sólo ella podía llegar, que sólo ella podía recorrer el camino hasta mis manos. No obstante, al comprobar que no poseo ninguna migaja más, alza sus alas y se extravía entre los árboles. Quise gritarle que conseguiría más pan, que de ahora en adelante cada centavo que cayese en mis manos se convertitía en pan para ella, pero me contuve. Este loco deseo de acariciar sus alas y que ella con las suyas acariciase las mías.
Mención Honrosa
Título: Arterioesclerosis
Seudónimo: Cachorro López
Autor: Daniel Carrillo
Agoto cientos de panes formando un único camino de migajas que las lleve directo hasta mí, partiendo en una esquina del parque y terminando en otra. La mayoría come un poco y se va, otras se extravían en el camino. Hasta que una de cientos llega hasta el final. Trato de explicarle la alegría, que sólo ella podía llegar, que sólo ella podía recorrer el camino hasta mis manos. No obstante, al comprobar que no poseo ninguna migaja más, alza sus alas y se extravía entre los árboles. Quise gritarle que conseguiría más pan, que de ahora en adelante cada centavo que cayese en mis manos se convertitía en pan para ella, pero me contuve. Este loco deseo de acariciar sus alas y que ella con las suyas acariciase las mías.
Mención Honrosa
Título: Arterioesclerosis
Seudónimo: Cachorro López
Autor: Daniel Carrillo
Arterioesclerosis
Me tienes harta, dijo la anciana, y se puso de pie con dificultad, como si los 50 años de matrimonio se le hubieran incrustado como alfileres de hielo en las articulaciones. Ya no puedo seguir soportándote, así que me voy donde mis padres, agregó, asiendo la manilla de una antigua maleta, mientras él la miraba incrédulo y sin soltar palabra.
Apenas puso los pies en la calle, un taxi la recogió con destino a la estación de trenes. A los pocos minutos ya estaba en el terminal abandonado, sentada en una banca oxidada en medio de un metálico desierto. Con la mirada perdida al frente, donde hacía más de 20 años no arribaba el expreso, la octogenaria siguió tranquila esperando el tren. Eso, hasta que divisó a una pareja acariciándose apasionadamente entre la maleza crecida que se arremolinaba alrededor de una destartalada locomotora.
Volvió tras sus pasos, tomó un taxi a casa y al ver a su marido, que parecía permanecer en la misma posición que cuando ella había salido, colocó en la palma de su mano una tuerca recogida en la estación. Sí, acepto, le dijo feliz, obligándolo a ponerle en el anular esa pesada pieza de metal.
Mención Honrosa
Título: Ironía
Seudónimo: César Castaglia
Autor: Victor Soto Martínez
Apenas puso los pies en la calle, un taxi la recogió con destino a la estación de trenes. A los pocos minutos ya estaba en el terminal abandonado, sentada en una banca oxidada en medio de un metálico desierto. Con la mirada perdida al frente, donde hacía más de 20 años no arribaba el expreso, la octogenaria siguió tranquila esperando el tren. Eso, hasta que divisó a una pareja acariciándose apasionadamente entre la maleza crecida que se arremolinaba alrededor de una destartalada locomotora.
Volvió tras sus pasos, tomó un taxi a casa y al ver a su marido, que parecía permanecer en la misma posición que cuando ella había salido, colocó en la palma de su mano una tuerca recogida en la estación. Sí, acepto, le dijo feliz, obligándolo a ponerle en el anular esa pesada pieza de metal.
Mención Honrosa
Título: Ironía
Seudónimo: César Castaglia
Autor: Victor Soto Martínez
Ironía
Mira lo que son las cosas: cuando hacíamos el amor tú pensabas en otro. Ahora yo hago el amor con otra y pienso en ti.
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